Del por qué no copiarnos del mejor
modelo de
educación del mundo
Por: Eryka Cifuentes
Sencillamente porque no somos nosotros.
Copiarnos nos hará ajenos, casi casi que disfrazados y no producirá
realidades sino apariencias pero voy a presentar unos argumentos del por qué no lo considero una buena idea.
Unas
600.000 personas viven en la propia ciudad de Helsinki (31 de enero de 2012),2 y el área metropolitana (municipios de Helsinki, Espoo, Vantaa y Kauniainen) tiene una población
de un millón de habitantes en total. Bogotá, en el 2010, tenía una población de 7.363.782 habitantes y
7.347.795 en el área urbana,1 según la SED (secretaria de Educación del
Distrito) en Bogotá los menores de 18 años son casi la tercera parte de la
población de Bogotá. Un promedio de 2.153.844 son niños, niñas y adolescentes
es decir más de un 31.4% de la población[1]mientras que en
Helsinki es menos del 16% de la población la que corresponde a este margen de
edad. Hasta ahí vamos por mitades.
Helsinki es la capital de Finlandia, por si alguno no lo tiene claro, debo
admitir que yo me demoré en la asociación.
Los niños y niñas de Helsinki
comienzan su educación cuando cumplen 7 años, antes de esta edad pueden asistir
a guarderías donde el valor que pagan sus padres por el servicio de educación es
correspondiente a su ingreso, a los seis
años existe un año de educación preescolar gratuita al que asiste casi que el
100% de los niños[2].Aquí
tenemos las madres comunitarias cuya bonificación mensual no alcanza aún el
salario mínimo y la prestación del servicio que ofrecen no logra ser el
esperado aún.
Los recursos para la educación son financiados por
los fondos públicos y el sistema de bienestar social en Finlandia. La provisión de servicios
depende del Ministerio de Asuntos sociales y de sanidad y del Centro Nacional
de Investigación y Desarrollo del Bienestar Social y de Salud[3],
igual que aquí donde los recursos para la atención en educación se realizan de
un porcentaje del Sistema General de Participaciones de la Nación, sólo que con una distribución un
poco más discriminada de un porcentaje
del que se deben descontar:
las asignaciones a resguardos indígenas, no
encontré datos sobre resguardos indígenas en Finlandia; porcentaje para municipios
ribereños del río Magdalena, en Helsinky no hay río Magdalena; porcentaje para
alimentación escolar, si señor usted lee alimentación. El hambre representa un costo humano e
infantil muy alto en un país no desarrollado como Colombia, el hambre es la
causa de muerte de más de cinco millones de niños en el mundo cada año. Las
estadísticas disponibles muestran que la desnutrición crónica (retraso en el crecimiento)
y global (bajo peso para la edad) se
han reducido en Colombia en las últimas cuatro décadas, pero los avances son
insuficientes para reducir el indicador a los estándares propuestos a las Metas
del Milenio. El hambre y la desnutrición sufridos en los primeros años de vida
pueden generar en una persona retraso mental y físico, limitaciones en su
capacidad de aprendizaje y la disminución de su coeficiente intelectual [4],
así que aquí tenemos que designar parte del presupuesto de educación a un rubro
increíble denominado alimentación escolar.
En Colombia el 12% de los niños
entre 0 y 4 años presenta desnutrición crónica, este indicador es mucho más
dramático en las áreas rurales del país donde es de un 17%, es de aclarar que
Finlandia esta entre los primeros 20 países del mundo con los mejores criterios
de supervivencia infantil o bienestar de las madres[5]
de tal manera que la desnutrición no es un factor que los afecte.
Sigamos con
el porcentaje de distribución, un
porcentaje es destinado para el fondo Nacional de Pensiones de las Entidades
territoriales. La ley 549 de 1999
creó este fondo con el objetivo de aprovisionar los recursos necesarios para
cubrir el pasivo pensional; con esta aclaración no seguí leyendo más porque igual no tiene
cabida dentro del presupuesto de educación.
Así que aquí y allá el dinero real
que se trasfiere a cada estudiante tiene unas diferencias enormes entre lo que
se asigna por niño en Helsinki y lo que se asigna en Colombia.
La ciudad de Helsinki no presenta diferencias significativas de estratificación
entre sus ciudadanos así que la oferta de educación privada aunque es menor es
similar en procesos y calidad a la pública. Las diferencias entre colegios
privados y públicos en la ciudad de Bogotá son amplias y de conocimiento por la
mayoría; y no hablo de mejores o peores hablo simplemente de diferentes.
Los fenómenos sociales han marcado grandes diferencias entre lo que es un
valor o una necesidad básica. En Helsinki se concibe como una
necesidad el aprender, mientras que en poblaciones de nuestro país no se logra concebir como
valor vital la educación o el aprender pues definitivamente es importante entender
que entre nosotros existen otro tipo de necesidades básicas; por eso en nuestra
educación pública se consideran programas como
los comedores escolares con
programas prioritarios como comida caliente[6]
o salud al colegio.
¿ Por qué no copiar un modelo como el de Finlandia en la educación
colombiana?
Sencillamente porque los requerimientos de nuestra sociedad son
altamente distantes a los de Europa.
Uno de los fenómenos sociales que movilizó procesos de educación en Europa
fue la segunda guerra mundial, el triunfo de las revoluciones
democrático-populares en varios países de Europa, el proceso de formación y
fortalecimiento del sistema socialista mundial y la descomposición del sistema
colonial, empezaron a consolidar un nuevo orden internacional ante la compleja
situación de las aspiraciones de pequeñas “colonias” del Tercer mundo, de tal
manera que el establecimiento de relaciones entre sociedad y escuela es muy
distinto el Europeo al colombiano donde el orden social se vió afectado por fenómenos
más recientes como el desplazamiento territorial, los cultivos ilícitos y el paramilitarismo entre
otros. Ejercer actos pedagógicos dentro de estos espacios constituía y aún
constituye además de un riesgo un reto en Colombia.
El optimismo pedagógico que
caracterizó a la década de los sesenta y que permitió el modelo de educación Finlandés actual, se vió opacado por la imposibilidad de
extender sistemas educativos en nuestro país por los miles de fenómenos
sociales que nos acompañaron. En el país esfuerzos como el de la Escuela Nueva
surgieron a mediados de los años setenta y evolucionaron desde una innovación
local hasta convertirse en política nacional a finales de la década de los
ochenta, cuando se implementó en mas de 20.000 escuelas rurales de Colombia . Esfuerzos para el cubrimiento, retención de estudiantes y calidad de la educación en zonas rurales con Programas como los de la Escuela Nueva han respondido a nuestras
realidades sociales y culturales que se han alejado de las necesidades de Helsinki.
La escuela de Helsinki lucha por eliminar la figura de autoridad del
profesor, mientras que en Colombia deseamos posicionarlo como el “orientador”
el “coordinador” el “rector” es decir: autoridad.
En Helsinki ser profesor es tener
una buena remuneración económica y un buen nombre social. En nuestro país es mejor remunerado o tiene mayor poder
adquisitivo por la labor realizada, un futbolista, un comerciante de san
Andresito o quizás alguien vinculado a alguna fuerza armada legal o ilegal aquí
la guerra e incluso las actividades al margen de la Ley pagan.
Las estrategias de cobertura son absolutamente lejanas, mientras en
Bogotá disminuir las jornadas escolares responde a la realidad de uno de cada dos niños de 5 a 6 años
no va al preescolar en el país y en los niveles más altos si bien se atiende a
casi toda la población no toda está en el sistema educativo, en Helsinki se
tiene una cobertura de casi el 100% de la población de niños y jóvenes para
educar. Los esfuerzos que en algún momento realizaron administraciones
mostraron que los contratos que se realizaban con algunos colegios privados
garantizaban también la ampliación en cobertura, sin embargo gobiernos
recientes consideran que no es así, así que mientras los políticos deciden las
estrategias que marcaran mayor cobertura en sus estadísticas, los niños
colombianos se quedan fuera de la escuela.
En Bogotá tenemos un modelo de ciudad con una tasa de mortalidad infantil
significativa. La tasa de mortalidad de menores de cinco años
es un indicador del estado de salud de una población en general, refleja el
nivel de vida y el grado de desarrollo de un país[7].
De acuerdo con la UNICEF en su informe Progreso, desde la cumbre mundial de la
infancia la tasa de mortalidad de menores de 5 años es la probabilidad de morir
entre el nacimiento y los 5 años exactos de vida por cada1.000 nacidos vivos.
En el caso de los países industrializados, como lo es Finlandia los datos provienen de los sistemas de
registro de estadísticas vitales[8].
La tasa de mortalidad de menores de 5 años para el año 2000 fue determinada para
Colombia como de 30 niños por 1000 nacidos
vivos mientras que para Finlandia fue de cinco niños por cada 1000 nacidos
vivos notándose claramente que las causas de dicha mortalidad no coinciden para
los dos países. El informe de la UNICEF reporta, y coincide con el de la OMS en
el año 2000, en que la mayoría de causas
expresas de mortalidad infantil de los países menos desarrollados no existen en
los desarrollados entiéndase entonces las causas de mortalidad infantil de
Colombia no existen en Finlandia, razón más para establecer criterio de
comparación y decidir no copiarnos.
En nuestra Colombia tenemos niños y niñas abusada sexualmente o sometidos
a maltrato físico por sus padres madres o cuidadores adultos. La Organización
Mundial de la Salud (OMS) estima que 40 millones de niños sufren violencia en
el mundo y en la Región de las Américas y el Caribe ésta se da en todas las
formas. La mayoría de los menores sometidos a castigos corporales se encuentran
entre los 2 y los 7 años de edad, aunque las edades más afectadas comprenden
entre los 3 y los 5. [9].
De Helsinki no hay estadísticas al respecto.
La directora del Programa Internacional para la erradicación del trabajo infantil Liliana Obregón, reveló que en Colombia
hay cerca de 2 millones de niños y niñas trabajando y que la mitad de estos
menores de edad no reciben ninguna remuneración económica por las labores que
realizan, pero es de aclarar que deben hacerlo y no por opción sino por
obligación. En Helsinki no se concibe la idea de un menor trabajador, existe la
colaboración en los años iniciales en actividades cotidianas como la jardinería
o la cocina pero jamás como obligación sino como parte de formación. Allá es de
formación, aquí deformación.
Tenemos en Colombia embarazos de niños y niñas de 12 y 13 años, poca
cobertura en vacunación, vulnerabilidad de derechos mínimos como al del nombre y
a la ciudadanía con los casos de no Registro Civil de menores, entre otros muchos mas males que nos aquejan. Por la complejidad de estos problemas que
caracterizan nuestra escuela definitivamente insisto en que no podemos copiar el modelo Finlandes.
Helsinki no es Bogotá, digo yo.
[1] http://www.sedbogota.edu.co/archivos/Educacion_inicial/Primer_ciclo/2011/POLITICA%20DE%20INFANCIA%20Y%20ADOLES..pdf
[2] http://www.oph.fi/download/124281_sistema_educativo_de_finlandia.pdf
[3] http://www.xtec.cat/~ccols/finlandia/serveis/serveisesp.htm
[4]
Programa Mundial de Alimentos, PMA, 2006. Serie de informes sobre el hambre en
el mundo 206. El hambre y el aprendizaje, Panorama general, Roma, p.1; FAO, 2004. El estado de la inseguridad
alimentaria en elmundo 2004, Roma, pp 12-13; Departamento Nacional de
Planeación – DNP, 1996 “ Plan Naional de Alimentación y Nutrición 1996-2005”,
Documento Conpes 2847, versión aprobada Bogotá, p. 4
[5] http://www.savethechildren.es/docs/Ficheros/550/EL_MAPA_DE_LA_SUPERVIVENCIA_INFANTIL_2012_vOK.pdf
[6] http://www.sedbogota.edu.co/index.php/noticias-destacadas/2149-sed-asume-suministro-de-refrigerios-escolares-y-comidas-calientes-de-los-fondos-de-desarrollo-local.html
[7] http://www.scielo.org.co/pdf/bio/v29n1/v29n1a12.pdf
[8] http://www.unicef.org/spanish/specialsession/about/sgreport-pdf/sgreport_adapted_stats_sp.pdf
[9] http://www.amro.who.int/spanish/ad/fch/ca/si-maltrato1.pdf
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