Uno entra al
aula y se encuentra con la diversidad de la moda, de los peinados, de los colores de uñas y no ha de faltar el estilo
retro, pero el estilo que realmente debe importarnos como profesores es otro.
Piense usted en
ese estudiante activo, aquel que se involucra con las
experiencias nuevas, le gusta y valora los acontecimientos y tiende a actuar
primero y luego pensar. Ese estudiante que es animador, improvisador,
arriesgado y espontáneo; que dinamiza su clase y le saca la primera sonrisa en
la última clase, de la última hora, del último día de la semana.
Usted continúa su clase mas dispuesto y
animado, mira después a la otra esquina
y se encuentra con el observador, aquel estudiante que mira su propuesta desde diferentes perspectivas. Aquel que
recoge cada uno de los datos que usted brinda, es mas lo interrumpe para que se
los dicte con exactitud y los analiza detalladamente antes de llegar a la conclusión. Es ese estudiante reflexivo.
Observador, paciente, detallista, investigador y asimilador, que transcurridos
unos 5 minutos de la explicación dada le pide que repita para precisar la
información. Pacientemente usted ha repetido todos y cada uno de los datos
solicitados y retoma.
Continúa su
clase y aparece aquel, el estructurado,
disciplinado, ordenado buscador de hipótesis y teorías que elabora un discurso teórico
complejo, pero bien fundamentado. Ese le pone en problemas, pero como prioriza
la lógica y la racionalidad, usted sale adelante y la clase no se altera, sólo pasó
por un mal momento, por el momento del teórico.
Adelantada la
clase, casi lleno el tablero, por si usted es de los profesores que aún usa el
tablero sin ánimo de criticar sino de admirar, aparece el estudiante apegado a la realidad,
el rápido y organizado, el seguro de si, solucionador de problemas y
planificador de nuevas acciones, es el que usualmente llega a la conclusión
antes que usted y le encuentra aplicación práctica al tema sobre el que usted
avanza. El pragmático
ese estudiante que prueba ideas, teorías y técnicas nuevas, ese estudiante apegado a la realidad, experimentador eficaz
y realista que siempre preguntará - pero Profe, así en la vida práctica eso
¿cómo para qué sirve?-
Se han acabado
los 50 minutos de su clase y hoy avanzó pero en el conocimiento de los estilos
de aprendizaje de sus estudiantes. Ellos no solo se visten distinto, se sientan
diferente, se saben diferentes, sino que tienen preferencias para asimilar las
experiencias y consolidarlas en aprendizajes.
Los estilos de
aprendizaje son “los rasgos cognitivos, afectivos y fisiológicos que sirven
como indicadores de cómo los estudiantes perciben, interaccionan y responden en
ambientes de aprendizaje”. Keefe (1988).
El estudio de los
estilos de aprendizaje se afirma inició durante la década de los 70 desde una
perspectiva psicológica cognitiva. Aunque el concepto en realidad se viene
trabajando desde mucho tiempo atrás desde Hipócrates tiempo en el que se consideraban los
diferentes tipos de humor o sensaciones para determinar las características
bajo las cuales se realizaba el procesamiento de la información.
Los estilos de
aprendizaje y su revisión pretende implementar estrategias de enseñanza sobre
los criterios de procesamiento de información que tienen los estudiantes (Sánchez 2002).
Los estilos adquieren importancia cuando se trata de entender
porqué estudiantes enfrentados a las mismas condiciones de aprendizaje no los
logran estabilizar de la misma forma, es mas en algunos casos no estabilizan el
aprendizaje.
La educación ha generado estrategias para minimizar esta situación,
aunque sigue prefiriendo métodos
tradicionales de enseñanza. En pocos casos se observan, por ejemplo, la realización de actividades de aprendizaje
en grupos pequeños (Bonals, 2005; Exley y Dennick, 2007), la secuenciación
de contenidos desde lo particular hasta
lo general (Bermúdez y De Longhi, 2006; Zapata Ros, 2005), y el
aprendizaje basado en problemas (Santillán Campos, 2006; Torp y Sage,
1999). Entre otros, que privilegian la
existencia y desarrollo de las condiciones que rodean el aprendizaje pero
descuidan de alguna manera o por lo menos no consideran que los individuos que
aprenden tienen diferentes formas de acercarse a las informaciones, además de
que no realizan los mismos tipos de procesos cognitivos para aprender así como
tampoco para decodificar la información.
A partir de los años 90 se logró el máximo el desarrollo de los estilos de aprendizaje. Actualmente predominan
dos líneas de investigación: el modelo anglosajón de Fólder y Silverman y el modelo europeo de Alonso García, Gallego
quienes se basan en los estilos propuestos por Honey y Mumford que son cuatro:
activo, reflexivo, teórico y pragmático. A partir de esta descripción Alonso,
Gallego y Hoey 1992 crean una lista de características que determinan con
claridad cada estilo y que corresponde al cuestionario que ellos llamaron “Honey – Alonso”
No es que el
método para enseñar o para evaluar de acuerdo con el estilo produzca el
aprendizaje de forma espontánea, pero es indiscutible que activa las
posibilidades para aprender. Que los estudiantes conozcan cuál es su estilo
para aprender y que el profesor reconozca las diferencias individuales de sus estudiantes, debe
propender y fomentar el diseño de clases, guías y evaluaciones más productivas
e integrales que garanticen para todos los estudiantes igual posibilidad de
desempeño y de manejo de la información.
Está en nosotros
como profesores identificar el estilo de aprendizaje del diverso grupo de
alumnos que asiste a nuestras clases, y esta en nuestros estudiantes la
posibilidad de reconocer y reflexionar sobre los estilos por aprender y
propender por adquirir modificar o implementar estilos para aprender.
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